Fundación Educación Real®
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La Educación Real es la única educación posible al estar basada en el respeto, la empatía el acompañamiento emocional, el amor y la lógica
La Educación Real es la única educación posible al estar basada en el respeto, la empatía el acompañamiento emocional, el amor y la lógica
Niños y niñas deben ser libres y amados incondicionalmente, pase lo que pase y ocurra lo que ocurra, teniendo siempre presente, además, que como seres humanos, sus derechos fundamentales como tales jamás pueden ser vulnerados.
Es imposible que la sociedad en la que vivimos se transforme y se convierta por fin en una sociedad basada en valores empáticos, de tolerancia, solidaridad, amabilidad y respetuosa con los derechos de las personas si tratamos a nuestros hijos e hijas, los más vulnerables a nivel social (y los que más nos necesitan) mediante gritos, castigos, chantajes, malas formas, control, manipulación de sus emociones, etc.
Es decir, pensando únicamente en nuestro bienestar e interés adulto. Esto es el adultocentrismo.
Las bases de la Educación Real®, además, están creadas a partir de la evidencia científica y sobre lo que miles de estudios han corroborado (y siguen corroborando) a lo largo de los años. A través de las formaciones y los libros de Tania García, puedes encontrar muchos de estos estudios que confirman que la Educación Real no es tan solo aquella que deberíamos aportar a nuestros hijos, sino que es la única posible si queremos que sean fieles a sí mismos, se respeten y respeten a los demás.
Los 20 principios de la Educación Real®:
Respeta: Educa respetando las necesidades reales cerebrales de las niñas y los niños, así como también sus ritmos naturales y los procesos de cada etapa de su desarrollo.
Empatiza: Conecta con tus hijos cuando expresen sus emociones en todos los momentos y situaciones de su día a día, tanto si están enfadados, furiosos, tristes como alegres y contentos. Escucha y entiende haciendo tuyas sus emociones, viendo más allá y conectando.
Acompaña Emocionalmente: Comprende su mundo para poder guiar a tus hijos e hijas en la comprensión de sus emociones. Acompaña sus sentimientos sin prejuzgarlos o etiquetarlos, deshaciéndote de la visión adultista y centrándote en lo que necesitan de ti.
Haz caso a la lógica: Si alguna vez has gritado, castigado, chantajeado, manipulado, amenazado o ignorado a tu hijo o hija no te habrás sentido bien, sino todo lo contrario; incluso en aquellas ocasiones en las que has estado convencido de que tenías razón, dentro de ti queda un malestar. Esto se debe a una razón de sentido común: hacerlo no es natural y va en contra de la relación lógica que debería tener un padre o una madre con su hijo o hija. La lógica y el sentido común nos empujan a educar de forma respetuosa, solo tienes que escuchar, de verdad, consciente y profundamente, tanto a tu corazón como a tu mente y a tus emociones.
Guía: No tenemos poder sobre nuestros hijos e hijas, no somos su autoridad y mando. Aunque tampoco somos sus iguales (ellos viven la infancia y nosotros la vida adulta), ellos nos necesitan para crecer y desarrollarse óptimamente como personas, y nosotros se supone que ya somos independientes a nivel emocional y físico. Por ello, debemos ejercer de guías, unos guías respetuosos y empáticos que los orienten, sin abandonarlos a su suerte ni educarlos mediante el miedo, sino basándonos en el amor, el respeto, la paciencia, la tolerancia, el afecto y la sinceridad y enfocados en sus necesidades reales y sus etapas de desarrollo.
Ama incondicionalmente y demuéstralo de manera constante: Los hijos e hijas deben saber con total seguridad que son queridos por lo que son, no por el grado en el que consiguen o no las expectativas marcadas por sus padres, es decir, no deben sentirse amados solo cuando sus padres consideran «que se han portado bien», sino en todos los momentos. El amor incondicional y el afecto (las muestras físicas de este amor) son esenciales para el crecimiento y el desarrollo emocional y neuronal sano. Es, además, un derecho de todos los niños y niñas y, en definitiva, de toda la humanidad, ya que el amor que les demos durante la infancia y la juventud influirá directamente en los adultos que serán y en su capacidad para superar todas las adversidades que la vida les ponga por delante.
Sé ejemplo: Recuerda que, para que tus hijos e hijas respeten, primero debes respetar tú. Para que no griten, tú no debes gritar, para que se laven los dientes, tú debes llevar la iniciativa y hacerlo en primer lugar… La coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos es esencial para que nuestros hijos e hijas integren valores y actitudes: lo que ven de nosotros es lo que marca su aprendizaje. Somos ejemplo para ellos y por esa misma razón debemos ser responsables de nuestros actos y palabras.
Deja fuera tu ego: El ego que tenemos los adultos es la herencia directa de que nos hayan educado mediante el control y sin atendernos emocionalmente, con juicios, castigos y gritos, así como de no tener nuestras necesidades reales cubiertas. Deja a un lado tu ego adulto con tu hijos e hijas, solo te servirá para poner barreras emocionales entre ellos y tú, y concéntrate en forjar un vínculo afectivo óptimo y fuerte.
Olvida las etiquetas: Entiende que los niños y las niñas son seres emocionales. No te dediques a señalarlos con el dedo, ten en cuenta que, como todos, tienen días mejores y peores, pero no por ello deben ser sentenciados, tratados mal y criticados. Deja el juicio a un lado y ayúdalos a conocer sus emociones y a sentirse mejor.
Su opinión importa: Pregunta y escucha a tu hijo, no le impongas decisiones que no desea. Escúchalo y dialoga de manera sana, sin adoctrinarlo ni pretender imponer tus ideas. Su opinión es tan válida como cualquier otra y, si por motivos de peso no se puede llevar a cabo, qué mínimo que entender las emociones que esto implique.
Cuida su autoestima: Cada palabra que dices o pequeño gesto a la hora de tratar a tu hijo o hija, por insignificante que parezca, cuenta e incide en su autoestima, en cómo se siente y también en cómo se relaciona con su entorno personal y social. Una buena autoestima es esencial para desarrollarnos óptimamente a todos los niveles.
Sin miedo: Educar no es amaestrar. No podemos prometer a nuestros hijos algo a cambio de que incumplan o cumplan un patrón, de que alcancen o no nuestras expectativas. Meterles miedo para conseguir nuestros propósitos (mediante amenazas, gritos, chantajes, autoridad, exigencias, manipulaciones, atemorizarlos, ignorarlos…) solo hace que integren el miedo como una herramienta educativa y comunicativa y se alejen de la visión real del miedo que es, precisamente, una emoción que nos ayuda a sobrevivir cuando es preciso, pero no como algo que hay que vivir diariamente y en cada situación.
Di adiós al adultocentrismo: Los niños y niñas no son seres inferiores, son personas. Como adulto tienes la responsabilidad de guiar el camino vital de tu hijo, pero no tienes el derecho de escogerlo o coartarlo.
Sin discriminación: Las personas a las que acompañas no son seres inferiores, son personas. Como profesional tienes la responsabilidad de guiarle, pero no tienes el derecho de coartarlo.
Escucha la evidencia científica: No hay ni un solo estudio o investigación que demuestre que los castigos, los gritos, las amenazas, las consecuencias impuestas, las exigencias, las manipulaciones, la autoridad, etc., son beneficiosos para la salud mental de nuestros hijos e hijas ni que los presente como una herramienta educativa positiva y no dañina; en cambio, existen miles de investigaciones en todo el mundo que evidencian lo contrario. Si atendemos a la ciencia para otras cuestiones como la higiene bucal o las horas necesarias de sueño, ¿por qué no lo hacemos de algo tan importante para el ser humano como es la salud psicológica óptima?
Respeta su cuerpo: Es muy importante que el respeto hacia su cuerpo sea una premisa para ti. Esto implica no obligarlos a nada que no quieran: ni dar besos a la abuela, ni la mano a la vecina, ni el abrazo a su tío, ni a comer, ni ponerle la ropa de malas maneras… Nuestro objetivo es que aprendan a respetar su cuerpo, para ello, debemos respetarlo primero nosotros enseñarles que su cuerpo es suyo y que nunca deben hacer nada con su él o sus necesidades fisiológicas que no quieran. Una cosa es guiarlos hacia el autocuidado y otra es obligarlos a este tipo de cosas, puesto que conseguiremos todo lo contrario.
Adáptate a sus bioritmos: Uno de los problemas más grandes que tenemos al educar es que queremos que los niños y niñas sigan nuestros ritmos adultos en todos los sentidos: que se despierten o se vayan a dormir cuando queremos, que coman la cantidad que estimamos oportuna, que jueguen los minutos que estipulamos, que no se enfaden nunca, etc. Lo importante es, en la medida de lo posible (la sociedad no está pensada para los niños), adaptarnos a sus ritmos y necesidades, ser flexibles, buscar siempre qué hay detrás y valorar si estamos cubriendo de verdad o no su necesidad. Si no se puede cubrir en ese momento, al menos seremos conscientes de que no puede ser y de la emoción que va a generar en nuestros hijos, y será necesario entonces un buen acompañamiento emocional.
Cuida de ti misma/o: Para poder cuidar óptimamente a tus hijos e hijas debes cuidar también de ti. Enfócate en cuidarte y quererte, en vivir con alegría y con buena autoestima. De esta forma, estarás preparado para cuidar a tus hijos y para vivir acorde a tus motivaciones reales sin importante la opinión ajena y el ritmo social.
Comprométete: Querer educar mediante la Educación Real® supone un gran compromiso con uno mismo y con los hijos, un compromiso consciente en el que queramos, de verdad, educar de otra forma y en el que nos esforcemos para ello día tras día.
Libre de adultocentrismo, y por ende de violencia estructural : Una Educación Real® significa inherentemente la igualdad y la no discriminación de derechos de niños, niñas y adolescentes en cualquier circunstancia y ámbito social.
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Fundación Educación Real
Sede: Eduardo bosca 19, 2º (Valencia, España)
NºRegistro de fundaciones: 553-V (13/09/2011)
Contacto: info@fundacioneducacionreal.org / +34 661 59 50 02
El adultocentrismo es una forma de discriminación social que se basa en la idea de que los adultos son superiores a niños, niñas y adolescentes; supeditando sus derechos a los de las personas adultas. Esto puede manifestarse de muchas maneras, como en la negación de la voz, opinión, o mostrando un desinterés total por comprender sus verdaderas necesidades emocionales, mentales y físicas. Llevando, a su vez, al maltrato psicológico y físico normalizado de niños, niñas y adolescentes.